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Matutina del 31 de Mayo del 2011

OBRAS
El cual pagará a cada uno conforme a sus obras. Romanos 2:6.

Por algún motivo, muchos cristianos no entienden el lugar de las obras en la experiencia espiritual.

Las obras no salvan a nadie. La Biblia enseña, con claridad meridiana, que la salvación es únicamente por la gracia maravillosa de Jesús. 

Este mensaje está presente desde el libro de Génesis, cuando un cordero, que simbolizaba a Jesús, era sacrificado a fin de resolver el problema de la desnudez humana;

pasando por el pueblo de Israel, en que cada israelita tenía que ofrecer a Dios un corderito, como expiación por su pecado, hasta el libro de Apocalipsis, que termina diciendo: “La gracia del Señor esté con todos vosotros”.

Pero, el texto de hoy es también claro, al afirmar que el resultado final de la gracia son las buenas obras y que, finalmente, seremos juzgados por lo que hicimos o dejamos de hacer.

La gracia no está reñida con las obras; ambas tienen lugar en la experiencia de una persona que ha entregado su vida a Jesús. 

La gracia es la causa de la salvación; las obras, son su resultado.

La confusión sucede cuando cambiamos los papeles, y pensamos que las obras nos califican para la salvación; o, ya que fuimos salvos en Cristo, no necesitamos preocuparnos por las obras.

La otra confusión surge cuando deseamos que las buenas obras sean el resultado de nuestro esfuerzo. 

Si para alguna cosa vale el esfuerzo humano, es para buscar a Jesús y mantener, con él, un compañerismo diario a través de la oración, el estudio de la Biblia y la testificación.

¿Por qué se necesita esfuerzo? Porque la naturaleza humana, que todavía cargamos, nos conduce lejos de Dios; no es natural que quiera vivir en comunión con Jesús.

Pero, el hecho de que no sea natural no significa que debas quedarte vegetando en el terreno de la mediocridad espiritual, y aceptes pasivamente una vida de derrotas espirituales.

La victoria es posible con Jesús. Por eso, el libro de Apocalipsis está repleto de promesas para los vencedores.

La victoria no es una fantasía, ni una utopía, ni algo reservado solo para quienes tienen gran fuerza de voluntad.

La victoria es un presente de amor, que Jesús ofrece a los que, con humildad, lo buscan. 

Haz de este día un día de victorias espirituales y de muchas obras, sabiendo que Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras”.Romanos 2:6.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 30 de Mayo del 2011

SÍGUEME
Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme. Juan 21:19.

Julio de 58 d.C. Roma está en llamas. Se murmura, en la ciudad, que el autor del incendio es Nerón, pero se culpa a los cristianos; muchos de ellos, cubiertos de betún, son quemados vivos.

Pedro corre una suerte diferente: a él lo crucifican cabeza abajo; por lo menos, eso afirma la tradición.

Muerte heroica la de Pedro; diferente de aquel hombre cobarde, que juró no conocer al Maestro, la noche en que el Salvador del mundo fue crucificado.

Aquella noche amarga; la más triste de las noches tristes, la miseria del hombre había llegado a su expresión más audaz. Y, en medio de aquella tragedia, tal vez Pedro y Judas sean los emblemas de la manera en que el ser humano reacciona ante el sacrificio de Cristo.

Judas se suicidó; no fue capaz de resistir el peso de la culpa. Sus carnes fueron hechas pedazos por los perros, al día siguiente.

Pedro también sintió el peso abrumador de la conciencia; el martilleo de la culpa lo golpeó sin piedad. Pero, el apóstol creyó en la promesa de perdón de Jesús, y lloró, arrepentido de su traición.

Ahora ya todo ha pasado. El sol aparece, sonriente, a la orilla del mar de Galilea, cuando el Señor se presenta a sus discípulos. Pedro no tiene siquiera el valor de levantar la mirada.

¿Qué decir? ¿Cómo justificar que lo ha negado? Es Jesús quien toma la iniciativa. Gracias a Dios, siempre es Jesús el que parte en dirección del hombre caído. Es él el que busca, el que llama y, finalmente, encuentra al pecador.

Tú conoces bien la historia. Después de preguntarle tres veces si lo amaba, anuncia a Pedro el triste fin que lo espera, si desea seguirlo. Y él acepta.

Ya no va al Maestro atraído por el Reino, por las luces o por las bendiciones; eso es asunto del pasado. Su motivación, ahora, es el amor.

Y cuando el amor llena tu corazón, toma también posesión de tus ojos, de tu mente; en fin, de tu ser entero. Ya no ves las dificultades, los problemas ni las amenazas que te esperan.

El amor te constriñe; te arropa en su manto y te hace avanzar seguro, en medio de la tormenta.

Si Pedro murió como la tradición describe, poco importa. Importa que muriera sirviendo a su Señor y testificando acerca de su amor. Por eso hoy, tú también sal a enfrentar las dificultades, recordando que,

esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme”. Juan 21:19.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 29 de Mayo del 2011

ÉL SABE
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Filipenses 4:19.

Has pensado, alguna vez, por qué tienes que orar contándole todo a Jesús, si él conoce bien lo que sucede contigo?

La verdad, es que el propósito de la oración no es informarle nada a Dios: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”, afirma el versículo de hoy.

Entonces, ¿por qué hay que orar? El propósito de la oración es cultivar el compañerismo con Jesús, conversar con él, tomar consciencia de su presencia.

Es como la experiencia de los novios, que se encuentran para conversar. ¿De qué hablan? De todo y de nada.

Lo que importa no es lo que dicen, sino el momento de compañerismo, el estar al lado de la persona amada.

Muchos creen que orar es simplemente pedir. ¿Ya imaginaste cómo sería la vida de dos personas enamoradas si solo se encontrasen para pedirse cosas?

La tragedia del ser humano es que vive solo, intenta vencer solo, se atreve a alcanzar sus sueños... solo. Y el resultado es que se hiere, y hiere a las personas amadas que viven a su lado.

Jesús desea entrar en tu vida; formar parte de tus planes; luchar a tu lado para hacerlos realidad. Y el instrumento para permanecer a tu lado es la oración. No por causa suya, sino por tu causa.

Eres tú el que necesita tener conciencia de que no estás solo. Saber que Jesús está contigo te infunde valor, determinación, optimismo, y la voluntad de levantarte y continuar luchando, a pesar de las circunstancias adversas que te puedan rodear.

En los tiempos de Jesús, los fariseos habían caído en el formalismo de una religión vacía. Creían que el simple cumplimiento de deberes y obligaciones les garantizaba la salvación.

Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”, lamentó el Señor, en aquella ocasión.

El corazón. ¡Esa es la clave de un cristianismo con significado! El corazón lleno de amor hacia Dios; el corazón que busca estar a su lado; el corazón que anhela el compañerismo permanente de Jesús.

Haz de este un día de compañerismo con el Señor. Mientras caminas, juegas, estudias, trabajas o lo que hagas, ten conciencia de que no estás solo.

Conversa con él como si estuviese sentado a tu lado, mientras diriges tu vehículo. Y recuerda la oración de Pablo: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Filipenses 4:19.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 28 de Mayo del 2011

CONTADOS
Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Mateo 10:30.

El dolor es como el viento en medio del desierto: sopla inclemente, castiga, duele; hace sufrir. Y, en esas horas, te sientes solo y abandonado. Es humano.

Hasta el Señor Jesús, en la hora de dolor, pensó que su Padre lo había abandonado.

El otro día, conversé con un jovencito de trece años de edad. Estaba desconectado de la vida. Tenía todo el futuro por delante, pero decía: ¿Qué futuro?

A nadie le importa siquiera que existo. Lo decía, porque nunca había conocido a sus padres, y había sido criado por una amiga de la mamá.

Bueno, yo sé que hay momentos en que todo parece complicado y nos sentimos como hojas secas, arrastradas por el viento.

Pero entonces, viene la afirmación de Jesús, registrada en el versículo de hoy. Aunque pienses que a nadie le importa tu existencia, a Jesús sí le interesa, “pues aun tus cabellos están contados”.

¿No es animadora la promesa divina? ¿A quién le importa un cabello? A nadie. Y ¿cuántos cabellos hay en las cabezas de todo el mundo? ¡Incontables! Nadie se daría el trabajo de contarlos. ¿Para qué? ¿Qué importancia tiene un cabello? 

Para Dios, mucha. Tanto es así que toma interés. Y tú ¿no vales más que un cabello?

Yo sé que este mundo es cruel. Más crueles somos los seres humanos que, cuando queremos hacer sentir insignificante a una persona, sabemos qué decir y cómo decirlo.

Pero, si tú eres una de esas personas heridas por la vida; si te sientes solo y abandonado; si crees que nadie te ama; si hay horas en que, al mirarte en el espejo de la vida, tú tampoco te aceptas.

Si esto es así, piensa en la maravillosa figura que Jesús usa en el versículo de hoy para decirte que tú eres muy importante para él. Tu valor no se mide por lo que tienes o por lo que eres, sino por lo que Dios piensa de ti.

En casa de mis padres, hay un sombrero viejo y gastado por el tiempo. No vale nada. Cualquier persona que no conoce la historia podría echarlo a la basura; pero, para mis hermanos y para mí, aquel sombrero no tiene precio. Fue el sombrero de nuestro padre.

El valor de aquel sombrero no radica en el objeto en sí, sino en lo que ese viejo sombrero significa para nosotros.

Puede ser que ni tú ni yo valgamos nada en sí, pero tu valor reside en lo que significas para Jesús; y, para él, no tienes precio, como no lo tenía su sangre derramada en la cruz.

Entonces, sal hoy, para enfrentar los desafíos del día, sabiendo que vales mucho, y que, “aun tus cabellos están todos contados”.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 27 de Mayo del 2011

EN SU MUERTE
Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Romanos 6:4.

¿Alguna vez imaginaste cómo te sentirías si de repente despiertas, y te descubres dentro de un ataúd, enterrado vivo?

Bueno, un chino sobrevivió a su propia “muerte”, después de ser enterrado, aún con vida, por equivocación, durante tres horas, informa el diario China Daily, del 28 de junio del año 2006.

El siniestro suceso tuvo lugar en el condado de Tengxian, en una región del sur de China, cuando los médicos decretaron la “muerte” de Liang Jinshi, un enfermo diabético de cuarenta años.

El cuerpo de Liang fue enterrado pero, tres horas después de la ceremonia, su esposa acudió a la tumba, donde, en medio del silencio sepulcral, escuchó la voz de su esposo.

La mujer, asustada, avisó a los hermanos de Liang. El “cadáver” fue exhumado del ataúd y, para sorpresa y alegría de la familia, Liang seguía con vida.

Los médicos señalaron que los arañazos en el ataúd demuestran que Liang permaneció vivo, en coma y con respiración; y no descartan que se trate de un caso de catalepsia.

La catalepsia es un estado neurológico patológico, en el que se suspenden las sensaciones y se inmoviliza el cuerpo; y ha provocado, a lo largo de la historia, el entierro de muchas personas aún con vida.

En el versículo de hoy, Pablo indica que, en el momento del bautismo, somos sepultados con Jesús.

Pero, debemos tener cuidado de que realmente hemos muerto al pecado. Enterrar a una persona viva, tanto en la vida física como en la espiritual, puede resultar en tragedia.

El peor testimonio que puede haber, para denigrar la imagen del cristianismo, es una persona que nunca murió a la vida pasada, y “viste la camiseta” del cristianismo.

Pero, el milagro de la conversión es un trabajo sobrenatural, que el Espíritu Santo realiza en la experiencia de las personas que se acercan a Jesús con fe.

Hoy puede ser ese día. Solo es necesario creer. La mente humana jamás será capaz de entenderlo pero, aunque no lo sientes ni lo entiendes, lo vives.

Y esa vida se traduce en obras de amor hacia Dios y hacia los semejantes. Entonces, hoy, antes de salir rumbo a las labores cotidianas, recuerda que:

Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 26 de Mayo del 2011

OS RESTITUIRÉ
Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Joel 2:25.

Restituir”, en el original hebreo, es shalam. Literalmente, significa estar en paz con Dios. 

Hubo muchos períodos tristes en la historia de Israel. La tristeza no era el problema; el problema era que se alejaban de Dios, siguiendo sus propios caminos. 

Y el resultado de esa actitud de terquedad humana era triste: desgracia; derrota; humillación delante de los enemigos; tierras desiertas o, en la mejor de las hipótesis, destruidas por las plagas.

Lamentablemente, los seres humanos solo percibimos las tragedias del cuerpo: hambre, necesidad, falta de abrigo. Cosas útiles, tal vez, pero son apenas consecuencias de la raíz de todos los problemas, que es el alejamiento de Dios.

Sin embargo, la historia nos muestra que, cada vez que el pueblo desobediente se arrepentía de su actitud rebelde y se volvía de sus malos caminos, la promesa divina era promesa de restitución.

El pacto de paz que el pueblo había violado era restaurado por el Señor y, en consecuencia, las bendiciones regresaban como si nunca se les hubiesen retirado.

La tragedia de la humanidad es que solo espera las bendiciones, pero no desea regresar, de corazón, a los caminos de justicia.

Multitudes llenan estadios en busca de una bendición material, pero el corazón continúa vacío, porque el verdadero problema es el distanciamiento de Dios.

Por eso, a lo largo de la Biblia encontramos, una y otra vez, la invitación divina a regresar. 

En Génesis, Dios llega al Jardín y llama a sus hijos: “¿Dónde están?” En Apocalipsis, el último libro de la Biblia, las últimas palabras son: “Y el Espíritu y la esposa dicen ven, y el que oye diga ven, y el que tiene sed, venga”.

¿Cuántas veces tendrá que llamarte el Señor Jesús, para que entiendas que, sin él, nada de lo que logres en este mundo tiene sentido? ¿Cuántas veces tendrá que dormir a la intemperie, esperando que le abras el corazón?

¡Hoy es el día de buena nueva! Hoy es el día de salvación. No salgas de casa sin la seguridad de que has regresado al Señor. 

Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros”. Joel 2:25.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 25 de Mayo del 20115

BENDITO
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Efesios 1:13.

Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, se dirigió, un día, a cierto grupo de personas, y les dijo:

Vosotros sois hijos del diablo y las obras de vuestro padre, el diablo, queréis hacer.

Personalmente, creo que esta fue una de las declaraciones más fuertes de Jesús.

Esto es, fuertes, desde nuestro punto de vista; pero, el Señor no los estaba agrediendo; simplemente estaba describiendo la triste situación del ser humano natural.

El ser humano solo necesita nacer, para pertenecer al reino de las tinieblas. No es una opción; todos nacemos en pecado y destituidos de la gloria de Dios.

Pero, nadie se va a perder por eso, porque Dios proveyó el remedio; y el remedio es Jesús. Ese es el mensaje del texto de hoy.

Pablo resalta a Dios como el Padre de Jesucristo no porque Jesús sea menos Dios que el Padre, sino porque desea poner de relieve la bendición espiritual con la que fuimos bendecidos, en los lugares celestiales, al pasar de nuevo a formar parte del Reino de Dios; al volver a ser hijos de Dios.

Juan lo expresa de otra forma: “Amados, ahora somos hijos de Dios”.

Y antes, ¿de quién éramos hijos? “Antes”, cuando no conocíamos a Jesús; cuando vagábamos sin rumbo, en el reino de las tinieblas; cuando nos dirigíamos inexorablemente hacia la muerte; cuando no teníamos esperanza, y si la teníamos, estaba limitada solamente a las cosas pasajeras de este mundo, éramos hijos del pecado.

Pero, todo eso ya pasó. Es historia. Una historia triste, tal vez; pero quedó enterrada en el polvo del olvido porque el Señor Jesucristo vino a este mundo, y no tuvo vergüenza de llamarse nuestro hermano, al asumir nuestra naturaleza y cargar con nuestros pecados.

Por eso hoy, sal hacia el cumplimiento de tus deberes con la frente en alto. Eres un príncipe en el Reino de Dios. Nada le debes al enemigo: tu vida fue clavada en la cruz del Calvario, en la persona de Jesús.

Eres libre para soñar, para vivir, para volar hacia el destino glorioso que Jesús te preparó desde antes de la fundación del mundo:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Efesios 1:13.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 24 de Mayo del 2011

JUICIOS INSONDABLES
Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Romanos 11:33.

La noche estaba oscura, en medio del desierto. El aullido de los chacales la volvía más tétrica y asustadora. 

Tres jinetes cabalgaban en silencio, aprovechando que el sol dormía. Caminar durante el día sería suicidio; nadie podía soportar las inclemencias del calor.

Al llegar al lecho seco de un río, el guía les ordenó: ¡Alto! Los tres jinetes obedecieron al instante.

Habían prometido al guía que lo obedecerían en todo, aunque las órdenes fuesen, en apariencia, sin sentido.

A pesar del cansancio, los jinetes bajaron de los caballos y colocaron pedregullo en sus bolsos, conforme a la orden del guía. ¿Para qué?, preguntaban en su corazón; ¿por qué no aprovechamos la noche para avanzar?

Continuaron el viaje descontentos, refunfuñando en su interior; molestos con las órdenes incoherentes del extraño beduino.

En medio de las sombras, se escuchó la voz del hombre del desierto: “Mañana, al salir el sol, ustedes estarán felices y, al mismo tiempo, tristes”. Y desapareció.

Ellos avanzaron solos, extenuados por el viaje agotador; dos de ellos, inclusive, arrojaron algunos pedregullos al ver que el guía no los acompañaba.

Las horas pasaron. El sol salió, esplendoroso y brillante. Era hora de detenerse y descansar. Pero antes, metieron las manos en el bolsillo, para ver el pedregullo, y ¡no podían creer lo que veían!

Eran diamantes de mucho valor: ¡eran ricos! Pero inmediatamente la tristeza se apoderó del corazón. ¿Por qué no habían recogido más? ¿Por qué no aceptaron las órdenes del guía, sin reclamar?

La vida es así. Caminamos en el desierto de un mundo lleno de tinieblas, y no podemos ver lo que encontramos en el camino. Cuántas veces pensamos que Dios nos abandonó o que no le importan nuestros problemas.

Cuántas veces discutimos sus maravillosos designios. Vez tras vez, incluso, pensamos que es injusto al permitir que el dolor llegue a nuestra vida.

Pero, el sol del día eterno llegará, cuando Jesús aparezca en las nubes de los cielos; y ese día entenderemos que el pedregullo que cargamos eran los diamantes más preciosos.

Comienza este día con la determinación de aceptar los planes divinos, sin discutir ni protestar. Di, como Pablo: “¡Oh, profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, enescrutables sus caminos!”. Romanos 11:33.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 23 de Mayo del 2011

UN SUEÑO
Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía. Génesis 37:5.

La historia de José es una historia de sueños. La Biblia lo llama “José, el soñador”. El centro de sus sueños era Dios.

Aquella tarde, cuando sus hermanos lo vendieron y fue llevado a Egipto, una tierra distante, miró por última vez desde la colina hacia las tiendas de su padre, e hizo una promesa a Dios:

Señor, no sé adónde voy ni adónde me llevan; pero, pase lo que pase, cueste lo que costare, nunca dejaré de amarte.

Las personas pueden quitarme la libertad, pueden intentar acabar con mis sueños, pueden arrancarme los brazos, las piernas, e incluso alejarme de mi familia.

Voy a un país donde no tengo amigos, y nadie me conoce. Voy como esclavo; tal vez, para comenzar lavando platos y limpiando baños.

Pero voy contigo y, pase lo que pasare, nunca dejaré de amarte. El amor de Cristo inspiró la vida de José todos los días.

Fue vendido como esclavo, y se mantuvo fiel frente a las más audaces tentaciones. Y ¿cuál fue la recompensa que recibió por su fidelidad? La prisión.

En este mundo, no siempre tu fidelidad va a traerte, como recompensa, el cielo. En esta tierra, a veces, la fidelidad va a traerte hambre, pobreza, renuncia, y hasta el desprecio de tus amigos.

No te preocupes. Si Jesús está contigo, si le has entregado la vida a Cristo, vayas a donde vayas, el Señor irá contigo.

Y desde la prisión, desde la mazmorra, desde la desgracia, te va a levantar y te va a convertir en un príncipe, porque tú eres hijo del Reino; has nacido para serlo y, finalmente, llegarás a serlo.

José es el hombre que nunca dejó de amar a Dios. Por su amor a Dios, descendió a las profundidades del dolor y del sufrimiento; pero, también, fue levantado de allí, hasta las cumbres más elevadas.

Llegó a ser el segundo hombre más poderoso de Egipto, una nación pagana.

Si tú luchas en busca de un futuro mejor, amas a Jesús y nunca te apartaste de su amor, y pese a eso, parece que todo te va mal; si, no obstante, mantienes tu amor y tu fidelidad por Cristo, créeme que Dios te va a colocar en los lugares más altos.

Haz de este un día de sueños; que el más grande de todos sea permanecer fiel a Dios hasta el fin, a pesar de la incomprensión de tus hermanos. Porque “soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía”. Génesis 37:5.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 22 de Mayo del 2011

LA BUENA VOLUNTAD DE DIOS
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:2.

Cómo sería tu vida si fuese solo el cumplimiento de la voluntad de Dios?

¿Dónde estarías, si siempre hubieses cumplido la voluntad de Dios?

El texto de hoy afirma que la voluntad de Dios, para ti, es agradable y perfecta.

El apóstol Juan lo dice de otra manera: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”.

Prosperidad en todas las cosas, no solo en la vida espiritual. Dios desea lo mejor de lo mejor, para ti: esa es la voluntad “agradable y perfecta” del Señor.

Pero, eso no se cumple en tu vida por acaso; existe una condición para el cumplimiento de esta promesa. Y la condición es:

“No te conformes con la manera de pensar de las personas que viven en estos días, sino renuévate por el conocimiento de la Palabra de Dios”.

El resultado es que comprobarás la buena voluntad de Dios para ti.

La palabra “comprobar”, en el griego, es dokimazo, que tiene la connotación de hacer suyo un concepto, después de haberlo analizado.

¿Quieres saber cuál es la voluntad agradable y perfecta de Dios para tu vida? ¿Quieres que esa voluntad se haga una realidad en tu experiencia?

Necesitas renovarte. No puedes acomodarte a la manera de pensar de los seres humanos. La mayoría de las personas de nuestro tiempo considera a Dios un detalle sin mucha importancia.

El “dios energía” está de moda, porque no demanda compromiso; a la energía tú la usas y, cuando no la necesitas más, la descartas.

Pero, Dios no es simple energía, es una Persona. Y con una persona tienes que relacionarte con compromiso. Necesita estar presente en tus decisiones, proyectos y planes.

Hoy es una oportunidad de conocer la agradable y perfecta voluntad de Dios para ti. Por eso, no salgas de tu casa sin la seguridad de que has renovado tu manera de pensar mediante el estudio y la meditación de la Palabra de Dios.

Si lo haces, ciertamente hoy será un día de victoria, y las cosas que, aparentemente, se presentaban sin solución serán superadas, porque una cosa es luchar solo y otra, completamente diferente, es luchar sabiendo que Jesús está a tu lado.

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:2.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 21 de Mayo del 2011

CRECER MÁS Y MÁS
Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. 1 Tesalonicenses 4:1.

El crecimiento es la ley de una vida saludable. El día que dejas de crecer estás condenado a muerte.

Pero, el crecimiento implica dolor. Tal vez por eso, mucha gente se resiste a crecer.

Prefiere acomodarse, y vive sin enfrentar desafíos, sin escalar las montañas de la vida.

En el versículo de hoy, el apóstol Pablo habla de crecimiento en la vida espiritual. El primer paso del crecimiento es el aprendizaje:

De la manera como aprendisteis”, indica Pablo. A su vez, el primer paso del aprendizaje es la ignorancia, no en el sentido de torpeza, sino en el de reconocer que no sabes.

En la vida cristiana, esto te lleva a la Palabra de Dios. El estudio diario de la Biblia es el camino hacia el crecimiento; no el estudio como un deber, sino como la experiencia maravillosa de estar en comunión con Jesús.

La Biblia es la carta de amor que Jesús te escribió. Es la manera de comunicarse contigo, de mostrarte los peligros del camino, de enseñarte las veredas de justicia y conducirte al destino glorioso que te tiene preparado.

Pero, al abrir el Libro Sagrado, tienes que renunciar a tus propios conceptos y reconocer que Dios conoce el camino mejor que tú. Este es un proceso que lleva toda la vida; y Pablo llama a este proceso “crecimiento”. Dice: “Así, abundéis más y más”.

La abundancia es el resultado de tomarse los consejos divinos en serio. Dios es un Dios de abundancia. Jesucristo declaró, en cierta ocasión: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.

Pero, en la vida espiritual, la abundancia no es el fruto del esfuerzo, sino de la humildad, de la dependencia de Dios y de la sumisión a las enseñanzas de la Palabra de Dios.

Hoy tienes delante de ti un nuevo día. Cada día es una nueva oportunidad; es una hoja en blanco, que Dios te brinda para que escribas una nueva historia; es la oportunidad de corregir los errores de ayer, de extraer lecciones de los fracasos y de seguir andando, y creciendo y abundando más y más.

Empieza el día con la seguridad de que el consejo de Dios se ha hecho realidad en tu experiencia. Recuerda las palabras de Pablo: “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más”. 1 Tesalonicenses 4:1.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 20 de Mayo del 2011

NO TE DEJARÉ
Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó. 2 Reyes 2:4.

Hay momentos tristes en la vida. Y este era uno de esos. Había llegado la hora de la partida. Partir siempre es morir un poco.

Pero, mientras vivas en este mundo, muchas veces tendrás que partir.

No existen sueños realizados sin partir; no hay nuevos desafíos sin partir. Sin partir, te quedas.

Siempre hay nuevas fronteras que conquistar: el cielo es azul e infinito, para los que creen en Jesús.

Para Elías, había llegado la hora de partir. Y dijo a su discípulo Eliseo: “Quédate aquí”. ¿Quedarse? ¡Jamás! Quedarse no es morir un poco, es morir definitivamente.

La respuesta del alumno fue inmediata: “No te dejaré”. De cierta manera, encontramos aquí, a Elías, como un símbolo de Jesús.

En cierta ocasión, el Señor también conminó a sus discípulos: “¿Queréis iros vosotros también?”

La respuesta de Pedro, como la de Eliseo, no se dejó esperar: “¿A quién iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna”.

Seguir al Maestro no es siempre fácil. Muchas veces, es más cómodo dejarlo partir; quedarse, acomodarse a la mediocridad, a la rutina y a la monotonía de las cosas tradicionales.

Pero, para vivir una vida que valga la pena ser recordada, es necesario partir. No como un enajenado, sin saber adónde ir; no como un rebelde, para desperdiciar la vida sin un rumbo; no como una hoja de papel, que el viento lleva sin dirección.

Sino en pos del Maestro, andando por donde él anduvo, viviendo su vida, siguiendo sus pasos, haciendo sus obras.

La vida está constituida de decisiones. Todos los días, cada hora, siempre, tenemos que decidir qué haremos.

¿Te quedarás o partirás? De esas decisiones, dependerá tu futuo porque, un día, cuando llegues al final de la jornada en esta tierra, habrá llegado el momento de partir o quedarte.

Quedarte significará morir eternamente; desaparecer en el polvo de las decisiones equivocadas. Pero, partir significará ir con Jesús, a quien no lo dejaste en esta tierra, por quien viviste, a quien dedicaste la vida.

Parte hoy, pero sigue al Maestro. Con él, la derrota se transforma en victoria, y hasta los fracasos son solo oportunidades de aprendizaje.

Y recuerda: “Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó”. 2 Reyes 2:4.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 19 de Mayo del 2011

A LOS QUE AMAN A DIOS
Y sabemos que a los aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Romanos 8:28.

Seguramente este versículo te parece familiar. Es uno de los versículos que consuela a las personas en los momentos de dolor y de prueba. 

El sentido principal es que nada sucede a los hijos de Dios sin un propósito. Dios sabe por qué permite que el dolor llegue a la vida del cristiano. 

Pero, el texto no es la simple promesa de que todo dolor tiene un propósito; si te pones a analizar el contenido con detenimiento, notarás que la promesa es solo para los que “aman a Dios”.

Si le entregas el corazón a Jesús, te colocas en las manos de un Dios que jamás pierde el control de las cosas. 

El mundo puede estar cayéndose a pedazos, pero tu vida está segura porque, aunque los hijos de Dios también sufren en esta tierra, el dolor, para ellos, tiene un propósito formativo. 

Es en el dolor que creces; es en medio a las lágrimas que aprendes a depender de Dios. Pero, ¿por qué sufren los hijos de Dios? Hay varios motivos. 

El principal, es que vivimos en un mundo de pecado, en el cual el dolor es como la lluvia o como el sol que, cuando llegan, llegan para justos e injustos. 

Sin embargo, en el contexto de Romanos 8, los hijos de Dios muchas veces sufren porque no saben lo que es bueno para ellos. 

Eso es lo que dice el versículo 26: “Y de igual manera el espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.

Esta declaración es dramática: no sabemos pedir lo que debemos. Somos como niños: creemos que una golosina es la cosa más deliciosa del mundo; pero, la mamá sabe que necesitamos comer verdura, y nos la hace comer a la fuerza. 

Quedamos contrariados; lloramos. Pero un día, cuando el niño crece, no le resta otra cosa sino agradecer a la madre.

Lo mismo sucede con nosotros. Nos engolosinamos con las cosas de esta vida y, si las perdemos, creemos que Dios nos ha abandonado y no nos ama. Pero, el tiempo se encarga de demostrarnos lo engañados que estábamos.

Haz de este un día de confianza en Dios. En primer lugar, entrégale el corazón a Jesús, y después, confía en él aunque las cosas no salgan como tú lo deseas, porque “sabemos que a los aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Romanos 8:28.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 18 de Mayo del 2011

MISERICORDIA Y GRACIA
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4:16.

Tendría seis o siete años cuando un equipo profesional de fútbol llegó a mi ciudad. Los jugadores famosos de aquella época caminaban por las calles céntricas. 

Todos los niños se acercaban a pedir autógrafos. Las máquinas fotográficas no eran tan comunes como hoy, y el fotógrafo de la ciudad estaba haciendo una fiesta particular. 

Yo, curioso como cualquier niño, caminaba al lado de la multitud; pero tímido, como siempre, no me atrevía a acercarme a jugadores tan famosos, a los que conocía solo por la radio y los periódicos.

De repente un jugador moreno, bajito, llamado Vides Mosquera, me llamó. Yo miré a todos lados; ¡no podría llamarme a mí! 

Él no me conocía, y yo era apenas un niño en medio de la multitud. Pero era verdad: ¡me estaba llamando a mí! Jamás me olvidé de él, y siempre acompañé su trayectoria, aunque jamás jugó por el equipo de mi preferencia.

Distancias aparte, hoy pienso en el Trono de Dios, el Rey del universo. ¿Cómo acercarnos al Señor, si no somos más que pobres pecadores? 

No lo merecemos; no somos dignos. Todos estamos destituidos de su gloria y condenados a muerte eterna. No hay justo ni siquiera uno; no hay quien haga el bien. No; de hecho, no tenemos ningún derecho.

Pero, el versículo de hoy afirma que podemos ir confiadamente a él. ¿Por qué? Hay dos motivos: su misericordia y su gracia. 

Por su misericordia, Dios no nos da lo que merecemos, que es la muerte; y por su gracia, nos da lo que no merecemos, que es la vida.

Alcanzar misericordia y hallar gracia. ¿Dónde? Junto al Trono del Señor. ¿Para qué? Para el oportuno socorro. ¡Ah! cómo necesitamos de auxilio y socorro. 

Hay momentos en la vida en que te sientes tan lejos de Dios; como si él te hubiese abandonado. Lo necesitas tanto; pero te sientes tan distante, y piensas que todo está perdido.

En momentos como esos, acuérdate de la promesa de hoy. Nada tienes que temer. Confía en el amor maravilloso de Dios, a pesar de tus deslices; a despecho de tus incoherencias. 

Dios te ama, y el Señor Jesús pagó el precio de tus rebeldías en la cruz del Calvario.

Por eso, hoy, sal de tu hogar sin temor, recordando el consejo bíblico: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Hebreos 4:16.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 17 de Mayo del 2011

MI GOZO
Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”. Juan 15:10, 11.

La promesa de Dios para hoy es: “Que mi gozo esté en vosotros”.

¿Cuándo estará el gozo de Jesús en nosotros? Cuando lo obedezcamos. Así de simple, sin complicaciones.

Pero, mira cómo son las cosas, muchos piensan que los Mandamientos del Señor están allí para crearnos problemas; para quitarnos la libertad; para ser un fardo horrible de cargar.

Pero Jesús viene, y dice que están allí para traernos gozo. Explica que la obediencia a esos Mandamientos hace que nuestro gozo sea cumplido. ¿No es extraordinario?

Pero, veamos por qué la obediencia produce gozo.

Es que el ser humano fue creado, originalmente, para obedecer. Su naturaleza original, en la Creación, era obediente. Es verdad que, después de la entrada del pecado, la humanidad adquirió la naturaleza pecaminosa desobediente.

Pero, la desobediencia es una experiencia intrusa; es fruto de la entrada del pecado. En el fondo, el ser humano se deleita en hacer la voluntad de Dios, es decir, obedecer le produce gozo.

Aunque la naturaleza pecaminosa te lleva por los caminos de la desobediencia y, de alguna manera, te proporciona placer, te trae, al mismo tiempo, el peso de la culpa; el fardo atormentador de saberte rebelde; el instinto de muerte que el pecado lleva consigo.

Si el hombre supiese eso, hasta por un motivo egoísta de ser feliz trataría de obedecer.

Claro que quien ha nacido del Espíritu no obedece con el objeto de obtener gozo; obedece porque ama a Dios y reconoce su soberanía. Pero, el resultado, el fruto de eso, es una vida feliz.

Haz de este día un día de obediencia.

Aunque algunos principios de la Palabra de Dios te parezcan anticuados, pasados de moda; aunque las personas a tu alrededor no te comprendan o se rían de tu respeto por las advertencias divinas, continúa adelante, sabiendo que el Señor desea, para ti, una vida feliz y victoriosa, ¡y para eso te dejó sus Mandamientos!

Empieza tus deberes, hoy. Pero medita una vez más en las palabras de Jesús: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo
sea cumplido
”.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 16 de Mayo del 2011

¿ME AMAS?
Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro... le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apaciénta mis ovejas. Juan 21:17.

Fue a la orilla del mar, mientras el sol se levantaba en el horizonte, entre el ruido de las olas y el canto de las gaviotas, que el Señor preguntó a Pedro si lo amaba. Tres veces. 

Parecía no entender la respuesta de Pedro; como si de pronto las palabras no fueran suficientes para dar a entender lo que el discípulo deseaba explicar.

Había sido esta una pregunta simple, y por más que Pedro buscaba ser simple en su respuesta, el Maestro de las cosas simples insistía una y otra vez.

De pronto Pedro entendió que la respuesta que el Maestro esperaba no era solo una declaración teórica de amor.

Las palabras, por más que describan los paisajes y los sentimientos más bellos, son incapaces de comunicar lo que solamente el corazón puede expresar en una mirada, tal vez, o en una sonrisa. No sé.

Jesús estaba hablando a Pedro de lealtad. La lealtad es un valor humano, fruto del amor. A través de la historia, el hombre ha sido capaz de actos de heroísmo por lealtad hacia su país, a sus compañeros, a sus amigos o a su familia.

La lealtad se relaciona con el honor y la confianza, virtudes que son difíciles de ganar y fáciles de perder. Pero, el discípulo había fallado la prueba de la lealtad.

A veces, es más fácil morir por Jesús que vivir por él. El Señor no había pedido a sus discípulos que murieran por él; era Jesús quien moriría por ellos.

El Maestro deseaba que ellos vivieran por él y para él. Y desdichadamente, Pedro falló.

Todos los días y en todos los lugares, somos llamados a presentar el carácter de Jesús delante de los hombres. El mayor acto de lealtad que el Señor espera de ti es una vida digna de su nombre.

No es fácil, cuando las personas se ríen de tus valores en la universidad, en la calle o en el lugar de trabajo.

Es difícil ser honesto, cuando la honestidad parece haber pasado de moda. No es fácil ser puro, en un tiempo en que la pureza parece ser una pieza de museo de la Edad Media.

Tal vez por eso, hay gente que prefiere aislarse del mundo para entregarse a Dios. Pero, él quiere que tu entrega diaria a él sea tu testimonio, en medio de un mundo contaminado por el existencialismo, desprovisto de sustancia.

Haz de este día un día de testificación personal. Responde a Jesús que tú lo amas y que, por amor a él, estás dispuesto a vivir los principios de sus enseñanzas.

¡Ah! Y recuerda que Jesús “le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: sí, Señor; tú sabes que te amo”. Juan 21:17.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 15 de Mayo del 2011

NO TEMAS DEL HOMBRE
Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno? Isaías 51:12.

Mientras vivas en este mundo, los enemigos aparecerán todos los días, intentando traer dolor a tu corazón.

Los encontrarás en el vecindario, en el lugar de trabajo y hasta en medio de la familia.

Pero, también pueden ser una circunstancia difícil, una enfermedad, un momento de adversidad, en fin...

El consejo divino de hoy es una palabra de advertencia: no temas al enemigo, míralo de frente, a los ojos; no huyas, no corras, no te escondas.

Hay dos motivos para proceder de este modo. El primero es que Dios es tu consolador.

La palabra consolador, aquí, no se refiere únicamente al que ofrece palabras de ánimo sino, más bien, al que da fuerza para enfrentar a las personas y las circunstancias, a pesar de cuán poderosas puedan ser o parecer.

La otra razón para no temer al enemigo es que “el hombre es mortal y el hijo del hombre como el heno”. El heno es paja seca que lleva el viento: no tiene sustancia, ni contenido; solo apariencia.

Si te pones a pensar, la mayoría de las personas, las cosas o las situaciones que a veces te amedrentan solo parecen temibles. Tu imaginación es la que hace, de ellas, amenazas terribles.

Son como los espantapájaros, con apariencia de feos y malos pero, si te aproximas a ellos, verás que son incapaces de hacerte algún mal.

El Dios maravilloso que te hizo esta promesa no conoce de derrota, y jamás ha fallado con aquellos que han depositado su confianza en él.

Decirte que no hay nada amenazador delante de ti, que no existen dificultades o desafíos, sería negar la realidad. ¡Claro que los hay! Siempre los hubo, y los seguirá habiendo.

Pero, si tienes presente que a tu lado está el Señor, enfrentarás la lucha con la certidumbre de que tu enemigo ya es un enemigo vencido. Haga lo que haga en contra de ti, no es más que paja seca, que el viento lleva.

Sal hoy, rumbo a la batalla del día, seguro de la victoria. Coloca tus temores en las manos de Dios. No huyas.

Ningún peligro tiene el derecho de asustar al hijo de Dios. Y recuerda la promesa del Señor: “Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?”. Isaías 51:12.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 14de Mayo del 2011

ACABA LA CARRERA
Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. Hechos 20:24.

Aquel 31 de diciembre parecía una feria dominical de los pueblos de interior; no obstante, el escenario era el centro de una de las ciudades más grandes del mundo.

Gente, mucha gente. Un grupo interminable de atletas, que partían como si fuese el éxodo judío. Miles, vestidos de todos los colores: rojo, azul, amarillo, violeta, en fin.

En los ojos, un denominador común: el deseo de llegar a la meta. Se estaba dando inicio a la maratón de San Silvestre, en la Rep. del Brasil.

Entre los miles de atletas, profesionales y aficionados que partían, había un hombre de sesenta años. Cabellos emblanquecidos por el tiempo, arrugas prominentes y mirada de león hambriento.

Parecía una fiera vieja, observando a las gacelas que jamás alcanzaría.

Ricardo Fonseca pasará a la historia no como el campeón de resistencia en la carrera de quince kilómetros por las calles del centro de San Pablo, sino como el campeón de insistencia y de perseverancia.

Llegó en último lugar, cuatro horas atrás del campeón. Pero llegó. Arrastrando los pies, extenuado, sin importarle el tiempo ni la posición de su llegada.

Su única preocupación, dijo al final, era llegar, completar la carrera. “Nunca dejé nada a medio hacer”, dijo sonriendo, “Aprendí, de niño, que no existe peor derrota que la carrera que no se acaba”.

Daba la impresión de repetir el versículo de hoy, en otra versión. Cientos de años atrás, Pablo había expresado que lo único que le interesaba, aun arriesgando su vida, era “terminar la carrera”.

Hay mucha gente fracasada porque empieza un trabajo y no lo termina. Se desanima. Calcula que no llegará primero, y abandona la carrera.

Su sendero está encarpetado de maravillosas disculpas. De tanto inventarlas, pasa a creer que son verdaderas. Campeones de la explicación. Jamás llegan; ni en último lugar. Simplemente, no llegan.

Haz de este un día de llegada. Termina lo que empezaste. No abandones la carrera; ve hasta el fin. Di, como Pablo: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 13 de Mayo del 2011

OBEDIENCIA
El pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos y a su voz obedeceremos. Josué 24:24.

La palabra “obediencia” no encaja mucho en la mente de los jóvenes. De una manera u otra, la relacionan con falta de libertad.

Pero, lo que más desea el joven es ser libre, vivir sin cercas ni rejas, ni prohibiciones ni nada parecido.

Por lo tanto, la obediencia parece no formar parte de un diccionario moderno.

Estoy hablando de la obediencia a Dios porque, cuando se trata de obedecer a los hombres, nadie duda en someterse a las reglas.

Desde el deportista que, en el campo, debe obedecer las reglas del juego, pasando por los conductores, que necesitan someterse a las reglas del tránsito, y acabando con el lugar de trabajo, en el cual existe un horario de entrada, otro de salida, y es necesario respetar las reglas de la empresa.

Pero, cuando se trata de Dios, las cosas cambian. “Soy libre”, parece ser el grito desesperado del joven de nuestros días; “Nadie tiene que decirme lo que debo hacer o no hacer”; “Cada uno sabe lo que es bueno”.

Sin embargo, en el mundo espiritual las cosas no son diferentes del campo de deportes o del trabajo: la organización y la obediencia son parte del orden, y Dios es un Dios de orden.

En el momento de la Creación, el Espíritu se movía sobre la tierra, desordenada y vacía. Su propósito era colocar la tierra en orden.

Esto muestra que tú saliste de las manos de un Dios de orden, y jamás podrás ser completo y feliz si no regresas al orden. La obediencia es parte del orden.

En tiempos de Josué, el pueblo se encontraba ante el enorme desafío de conquistar la Tierra Prometida. Aquella tierra era el glorioso destino al cual Dios quería conducir a su pueblo; con ese propósito lo había liberado de la esclavitud de Egipto.

Pero, Dios sabía que, sin orden, nadie llega a ningún lugar. Por eso, Josué desafió a su pueblo al orden y a la obediencia, y su respuesta fue unánime y positiva.

¿Cuál es el desafío de tu vida? ¿Cuáles son tus sueños? ¿Adónde quieres llegar? Piensa en la experiencia de Israel, frente al reto de Josué.

Tu esfuerzo y tu trabajo serán inútiles si no te organizaras, y si no abres la Palabra de Dios con el corazón dispuesto a obedecer los consejos divinos.

Tu Padre conoce el camino mejor que tú. Obedécelo, colócate en sus manos y déjate conducir por él. Y hoy, antes de correr en pos de tus sueños, recuerda: “El pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos y a su voz obedeceremos”. Josué 24:24.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 12 de Mayo del 2011

DAME ENTENDIMIENTO
Dame entendimiento, guardaré tu ley y la cumpliré de todo corazón. Salmo 119:34.

¿Crees que, para ser libre y feliz, debes quebrar todos los tabúes? Depende de lo que llames tabú.

Lindomar, por ejemplo, piensa que llegar virgen al matrimonio es un tabú; que eso funcionaba en el siglo pasado, pero que ahora el mundo ha cambiado, y “todos lo hacen”.

Pero, la pureza está entre los diez principios eternos, establecidos por Dios para la felicidad del ser humano.

Y, si el propósito de esos principios es la felicidad, es imposible ser feliz quebrándolos o echándolos a un lado, como si fuesen algo sin importancia.

El texto de hoy expresa el clamor del salmista en busca de entendimiento. La Palabra “entendimiento” puede ser traducida también como sabiduría.

Sabiduría es diferente de conocimiento: el conocimiento es solo el almacenamiento de conceptos y datos, pero la sabiduría es el empleo adecuado de estos.

Existe mucha gente que sabe mucho, pero ignora la manera de usar ese conocimiento provechosamente.

El versículo de hoy enseña que la manera sabia de vivir es respetando y practicando los consejos divinos, expresados en los principios eternos de su Palabra.

Seguir esos principios no siempre es fácil, porque vivimos en un tiempo en que Dios no pasa de ser un simple detalle; un ser despersonalizado, una energía creadora y nada más.

El hombre moderno toma los principios divinos y racionaliza en torno de ellos; filosofa, los interpreta a su manera, discute, argumenta... en fin, hace cualquier cosa, menos obedecerlos.

El resultado es el desvarío loco y alucinado de su corazón. 

Corre de un lado para otro en busca de sosiego, y no lo encuentra; se hunde en las profundidades más oscuras de sus instintos, en busca de un sentido para la vida, y solo encuentra confusión y oquedad.

Pero, se resiste a volver los ojos a Dios y a los eternos principios de su Palabra.

Haz de este día un día de sabiduría. Nadie perdió jamás por oír los consejos divinos. Nunca alguna persona terminó en caminos de muerte y de locura por andar en la senda mostrada por el Señor.

Aunque te parezca ridículo, aunque tus amigos se rían de ti, aunque tus compañeros se burlen o digan que eres anticuado, sigue los principios eternos, y serás sabio y feliz.

No salgas a enfrentar los desafíos de hoy sin recordar la oración del salmista: “Dame entendimiento, guardaré tu ley y la cumpliré de todo corazón”. Salmo 119:34.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 11 de Mayo del 2011

EL CIMIENTO DE TU TRONO
Justicia y derecho son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro.  Salmo 89:14.

¿Te siente triste, solo y abandonado? ¿Crees que, porque caíste, el amor de Dios te abandonó y estás a merced de su justicia?

Entonces, piensa acerca del versículo de hoy.

La justicia, la verdad y la misericordia de Dios son la esencia de su propio ser y el fundamento de todas sus acciones.

La Biblia afirma este concepto una y otra vez. En Dios, los tres atributos se funden; son uno, no existe división.

A los seres humanos nos resulta difícil entender esto porque, después de la entrada del pecado, nuestra naturaleza trae la división como parte de su estructura.

Dividimos nuestro ser, nuestros sentimientos, nuestras intenciones; y, en consecuencia, dividimos el hogar, los valores y los principios, y los conceptos.

Al pensar en la cruz del Calvario, por ejemplo, cuántas veces decimos que allí se expresó el amor de Dios, para aplacar su justicia; pero, en Dios, su justicia y su misericordia jamás estuvieron una en contra de la otra.

Todos sus actos estuvieron motivados por su amor, por su misericordia y por su verdad.

Pensemos en la primera escena dolorosa de este mundo, cuando Adán y Eva tuvieron que abandonar el Jardín del Edén por causa de su pecado. ¿Era la justicia de Dios la que demandaba que el ser humano abandonase el Jardín?

Sí; pero era su misericordia, también. Permitir que el hombre caído continuase comiendo del árbol de la vida sería perpetuar el pecado, y entonces el ser humano viviría eternamente la tragedia del dolor y de la muerte.

Por lo tanto, en aquel momento crucial y a lo largo de la historia, el amor, la
verdad y la misericordia divinas siempre actuaron juntas.

Inútilmente, algunos cristianos sinceros pretenden mostrar al Dios del Antiguo Testamento como el Dios de la justicia y, al del Nuevo Testamento, como el Dios del amor.

¿Qué tipo de Dios sería ese, que alterase su manera de ser? Dios es eterno, y en él no existe mudanza ni sombra de variación. Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos.

Sal esta mañana, a cumplir tus deberes, seguro de que caminarás a la luz de la verdad, amparado por la justicia del Padre y protegido por su misericordia, porque “justicia y derecho son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro”. Salmo 89:14.


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo

Matutina del 10 de Mayo del 2011

SANTIDAD
Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. 2 Corintios 7:1.

¿A qué promesas se refiere el apóstol Pablo? Él dice que esas promesas deberían motivarnos a vivir una vida limpia, y a crecer en la experiencia de la santidad.

Pero, ¿de qué promesas habla?

Para saberlo, es necesario leer el capítulo anterior. Allí, entre otras cosas, Pablo habla del amor maravilloso de Dios hacia sus hijos; después, en el capítulo 7, empieza diciendo que estas promesas deberían motivarnos a crecer en la santidad.

El resumen del discurso de Pablo es el amor. Sin amor, no existe vida cristiana. El cumplimiento de los Mandamientos, sin amor, es apenas una vida de moralismo vacío y sin sentido. 

Para Pablo, el amor es la motivación para la santidad. Crecemos en santidad porque amamos al Señor; y lo amamos porque él nos amó primero.

La palabra “santo”, en griego, significa, “separado para un propósito especial”. Somos santos cuando entendemos que vivimos en este mundo, pero no somos de este mundo; cuando entendemos que somos humanos, como cualquier persona, pero tenemos un propósito especial en la vida.

Al entender esto, nos damos cuenta de cuánto nos ama el Señor, y de que el único camino es retribuir ese amor.

¿Cómo lo hacemos? Creciendo cada día en el camino de la santidad; es decir, entendiendo y viviendo cada día de acuerdo con el elevado propósito que Dios tiene para nosotros.

Jamás pierdas de vista ese propósito. Es verdad que vives en medio de seres humanos que corren solo detrás de sus intereses humanos, sin prestar importancia a los valores del espíritu.

Pero tú no eres un ser humano más, tú eres el sueño de Dios.

Puede ser que las cosas, a tu alrededor, no anden como te gustaría que anduvieran. De repente, nada te sale bien, por más que te esfuerzas; pero no te desanimes.

Si colocas tu vida en las manos de Dios, todo es cuestión de tiempo; ten paciencia. El maravilloso plan de Dios, respecto de ti, se cumplirá más tarde o más temprano. El Señor Jesús está a tu lado, dispuesto a conducirte a tu glorioso destino. 

Y te ha prometido su poder y su amor a lo largo del camino. Entonces: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. 2 Corintios 7:1


Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo
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