DIOS ESCUCHA LAS ORACIONES
Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. Salmo 34:15.
Cuando Jesús estuvo sobre la tierra y caminaba como un hombre entre los hijos de la humanidad, él oraba.
Y ¡cuán fervientes eran sus oraciones!
Y ¡cuán fervientes eran sus oraciones!
¡Cuán a menudo pasaba toda la noche sobre la tierra húmeda y fría, en súplica
agonizante!
Y sin embargo, él era el amado e inmaculado Hijo de Dios.
Y sin embargo, él era el amado e inmaculado Hijo de Dios.
Si Jesús
sentía la necesidad de comunión con su Padre y manifestaba tal fervor en
clamar a él, cuánto más nosotros.
A quienes él ha llamado para ser herederos de salvación, quienes somos sujetos a las fieras tentaciones del astuto enemigo y dependemos de la gracia divina para obtener la fuerza para vencer, debiéramos agitar el alma entera para luchar con Dios...
A quienes él ha llamado para ser herederos de salvación, quienes somos sujetos a las fieras tentaciones del astuto enemigo y dependemos de la gracia divina para obtener la fuerza para vencer, debiéramos agitar el alma entera para luchar con Dios...
Satanás siempre está listo para insinuar que la oración es únicamente una
formalidad que nada nos resuelve. No soporta que se apele a su poderoso rival.
Al sonido de la oración ferviente, tiemblan los ejércitos de las tinieblas.
Por temor a que sus cautivos escapen, forman un muro alrededor de estos, para que la luz del Cielo no pueda alcanzar sus almas.
Por temor a que sus cautivos escapen, forman un muro alrededor de estos, para que la luz del Cielo no pueda alcanzar sus almas.
Pero si en sus angustias e impotencia
miran a Jesús, apropiándose de los méritos de su sangre, su Redentor
compasivo escucha la oración ferviente y perseverante de fe, y envía un refuerzo
de ángeles poderosos para librarlos.
Y cuando estos ángeles, todopoderosos,
vestidos con la armadura del cielo, vienen a ayudar a las almas desmayadas y
perseguidas, los ángeles de las tinieblas se repliegan, sabiendo bien que han
perdido la batalla, y que otras almas están escapando al poder de su influencia...
Si usted espera la salvación, ha de orar. Tome tiempo. No sea apurado ni
descuidado en sus oraciones.
Interceda con Dios para que obre en usted una
reforma concienzuda, que los frutos del Espíritu moren en usted y que, por su
vida santa, usted pueda brillar como una luz en el mundo...
Tome tiempo para orar. Y al hacerlo, crea que Dios lo escucha; mezcle fe
con sus oraciones. Que la fe se aferre de la bendición, y esta será suya...
Cada petición que se ofrece a Dios en fe y con un corazón genuino será
contestada.
Tal oración nunca se pierde; pero es presunción reclamar que siempre
sea contestada de la misma manera y con el don particular que deseamos.
Dios es demasiado sabio para errar y demasiado bueno para retener alguna
cosa buena de los que andan en rectitud –Signs of the Times, 18 de noviembre
de 1886.