RESPONSABILIDAD PERSONAL
El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él. Ezequiel 18:20.

Ni él mismo sabía lo que pasaba en la maraña de sus pensamientos. Tenía dinero, pero de nada le servía.
Dinero sucio, robado del sudor del pueblo; dinero que le compraba cosas, pero que no lo hacía feliz. Hasta que, un día, lo aprendieron y lo llevaron de vuelta a su país.
–Pude seguir huyendo, pero no lo hice; creo que en el fondo quería estar preso. Estaba cansado de andar sin rumbo –me dijo cuando hablé con él.
Había leído un libro escrito por mí, y me pidió que lo visitara. Era famoso. Su caso había tenido mucha repercusión en la política nacional.
Cuando lo vi, no era ni la sombra del hombre poderoso que yo había conocido a través de los medios de comunicación.
Estaba ahí, sentado frente a mí, con el cabello y la barba de muchos días, ojos sin brillo; triste y dispuesto a abrirle el corazón a un consejero espiritual.
–No me arrepiento –continuó–. Mis padres fueron pobres. La sociedad injusta los había condenado a una vida de miseria y, desde niño, me propuse que, para mí, la vida sería distinta.
La sociedad es la culpable, ¿y yo debo pagar por eso? Pero el versículo de hoy dice lo contrario.
La sociedad es la culpable, ¿y yo debo pagar por eso? Pero el versículo de hoy dice lo contrario.
El único responsable por lo que me ocurre soy yo. No puedo echarle la culpa a nadie.
Es posible que viva en una sociedad injusta, que la educación que recibí de niño haya sido desfavorable; puede ser, incluso, que la vida haya sido cruel, pero el lugar donde se deciden las actitudes es el tribunal de la conciencia de mi corazón.
No puedo huir de mi responsabilidad personal.
Vivir es decidir. Todos los días, a cada momento; desde que te levantas hasta que te acuestas. No puedes huir de esa realidad.
Parte hoy con Jesús para enfrentar tus responsabilidades. Pídele que te ayude a tomar decisiones sabias porque, un día,
“el alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él”. Ezequiel 18:20.
“el alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él”. Ezequiel 18:20.
Autor: Pastor Alejandro Bullón.
Del Libro: Plenitud en Cristo