La importancia de la oración
Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía. Daniel 1:8.
La oración no es entendida como se debiera. Nuestras oraciones no han de
informar a Dios de algo que él no sabe.
El Señor está al tanto de los secretos
de cada alma. Nuestras oraciones no tienen por qué ser largas ni decirse en voz
alta.
Dios lee los pensamientos ocultos. Podemos orar en secreto, y el que ve en
secreto oirá y nos recompensará en público...
La oración no tiene por objeto obrar un cambio en Dios; nos pone a nosotros
en armonía con Dios. No reemplaza al deber...
La oración no pagará nuestras deudas a Dios. Los siervos de Cristo han de depender de Dios como Daniel en la corte de Babilonia.
Daniel sabía del valor de la oración, su intención y su
objetivo; y las oraciones que él y sus tres compañeros ofrecieron a Dios después
de ser escogidos por el rey para la corte de Babilonia, fueron contestadas.
Había otro grupo de cautivos [entre los] llevados a Babilonia. El Señor les
permitió a estos que fuesen arrancados de sus hogares y llevados a una tierra
de idólatras porque ellos mismos continuamente se introducían en la idolatría.
El Señor les permitió tener todo lo que desearan de las prácticas idólatras de
Babilonia...
De acuerdo con la sabiduría del mundo, él [Daniel] y sus tres compañeros
tenían toda la ventaja asegurada a su favor.
Pero aquí debía sobrevenirles su primera
prueba. Sus principios tenían que entrar en colisión con los reglamentos
y las órdenes del rey...
Daniel y sus tres compañeros no fueron de la opinión que debido a que
sus alimentos y bebidas provenían por decreto del rey, era su deber participar
de ellos.
Oraron por el asunto y estudiaron las Escrituras. El carácter de su
educación había sido tal que sentían que incluso en su cautiverio dependían de
Dios...
La apariencia de Daniel y de sus compañeros era como la que debiera
tener todo joven. Eran corteses, bondadosos, respetuosos, y poseían la gracia de
la mansedumbre y la modestia...
Cuando estamos rodeados por influencias destinadas a apartarnos de Dios,
nuestras peticiones de ayuda y fuerza deben ser incansables.
A menos que así
sea, nunca tendremos éxito en quebrantar el orgullo y en vencer el poder que
nos tienta a cometer excesos pecaminosos que nos apartan del Salvador –Youth’s
Instructor, 18 de agosto de 1898.