La oración ferviente
La oración eficaz del justo puede mucho. Santiago 5:16.
Jesús es nuestro Salvador hoy. Él intercede por nosotros en el Lugar Santísimo
del Santuario celestial, y él perdonará nuestros pecados.
Espiritualmente
hablando, hará para nosotros toda la diferencia del mundo el que dependamos
de Dios, sin dudas, como de un seguro fundamento, o que tratemos de encontrar
alguna justicia en nosotros mismos antes de venir ante él...
El Señor nos ama, y nos soporta incluso cuando somos desagradecidos para
con él, olvidadizos de sus promesas, malvadamente incrédulos...
Hagamos un
cambio completo. Cultivemos la preciosa planta del amor, y deleitémonos en
ayudarnos unos a otros...
Hay ricas promesas para nosotros en la Palabra de Dios. El plan de salvación
es amplio. La provisión hecha por nosotros no es estrecha ni limitada.
No
estamos obligados a confiar en la evidencia que recibimos un año o un mes
atrás, sino que podemos tener la certeza hoy de que Jesús vive y está haciendo
intercesión por nosotros...
Si hemos de refrescar a otros, nosotros mismos debemos beber de la Fuente
que nunca se seca. Es nuestro privilegio familiarizarnos con la Fuente de nuestra
fuerza, aferrarnos del brazo de Dios.
Podemos hablar con él de nuestros
deseos reales; y nuestras peticiones fervientes mostrarán que advertimos nuestras
necesidades y haremos lo que podamos para contestar nuestras propias
oraciones.
Debemos obedecer el mandato de Pablo: “Levántate de los muertos,
y te alumbrará Cristo”.
Martín Lutero era un hombre de oración. Trabajaba y oraba como si algo
tenía que hacerse...
Sus oraciones eran seguidas por la dependencia de las promesas
de Dios; y por medio de la ayuda divina, fue dotado para sacudir el vasto
poder de Roma, de manera que los fundamentos de la iglesia temblaron en
cada país.
El Espíritu de Dios coopera con el obrero humilde que mora en Cristo
y comulga con él.
Oren... Cuando estén desanimados, cierren los labios ante
otros; mantengan la oscuridad adentro, para que no traigan sombras a la senda
de otro, pero díganselo a Jesús.
Pidan humildad, sabiduría, valor, aumento de
fe, para que puedan ver luz en su Luz y gozarse en su amor. Solo crean, y ciertamente
verán la salvación de Dios –Review and Herald, 22 de abril de 1884;
parcialmente en Mensajes selectos, t. 3, p. 169.